La rabia es un problema… ¿o no?
- supchile
- 1 sept
- 4 Min. de lectura
La rabia es una emoción que todos sentimos, es adaptativa y útil, por eso es necesario mirarla y conocerla, aunque muchas veces, social o culturalmente no es aceptada y se intenta suprimirla.
¿Cuál es su utilidad?
El enojo nos activa: al enojarnos, enderezamos nuestra espalda y sentimos energía corriendo por el cuerpo; esta energía nos moviliza para actuar, anulando la inercia o complacencia. Entrega la motivación para impedir daños e injusticias.
Da un enfoque claro sobre lo que amenaza con hacernos daño: ilumina el peligro o un problema que exige atención, es decir, nos da claridad precisamente en el momento que la necesitamos.
Ayuda a defendernos y protegernos: invalida la respuesta de miedo y ayuda a enfrentar a quien nos hace daño o nos trata injustamente. En ocasiones es necesario enojarse para tener la valentía de enfrentar a quien amenaza o falta el respeto. El enojo nos aporta energía y nos centra en la amenaza, nos equipa para tomar acciones de autoprotección.
Tiene una clara función comunicativa: nos alerta de que algo va mal y, al mismo tiempo, informa a los demás que estamos incomodos. Al enojarnos frente a un comentario mal intencionado, nos damos cuenta de que este comentario es inadecuado o dañino; si no nos afecta, quizás ni siquiera nos percataríamos de esto. Incluso cuando el enojo es una expresión de dolor, por ejemplo, decir un garabato al pegarnos con un mueble, esa expresión se vuelve catártica y alivia, en parte, ese dolor.
El enojo nos da una sensación de control personal y empoderamiento: cuando nos enojamos y nos concentramos en cambiar las cosas, salimos del lugar de víctimas indefensas. Aunque, en ocasiones, no es posible cambiar la situación, el enojo evita paralizarse por miedo o vergüenza. El enojo nos recuerda que contamos con una potente voz sobre cómo queremos vivir nuestra vida.

Por supuesto, no todo es beneficio con la rabia. Por eso, en investigaciones se identificaron dos tipos de enojo:
A. DESTRUCTIVO. Rechaza y responsabiliza a los demás de forma personal. Es una energía hostil y agresiva que buscar venganza y destrucción. Este tipo de enojo no se preocupa por el efecto que pueda tener en los receptores, además funciona de forma defensiva protegiendo la imagen propia sin autocritica. Suele ser reactivo y absurdo, conduciendo a malas decisiones ya que impide ver las cosas con claridad porque está enfocado en castigar a la persona que nos amenaza con hacer daño. Activa el sistema nervioso simpático por lo que puede provocar hipertensión, baja de sistema inmune y problemas en el funcionamiento del corazón.
Este tipo de enojo nos aleja de la conexión (conmigo misma y con otros), entonces convertimos en enemigo a la persona con la que nos enojamos. Finalmente, se debilita la compasión, entonces nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás porque le damos más fuerza al aislamiento y rechazo.
B. CONSTRUCTIVO. Este es el proceso en el que nos defendemos y defendemos nuestros derechos sin hostilidad ni agresión. Acá nos centramos en la protección frente al daño y a la injusticia: este enojo se dirige al daño, intenta entender las condiciones que llevaron a las conductas, en vez de atacar a los responsables. Intenta resolver problemas, son acciones destinadas a poner límites y considera el impacto de su expresión en los demás.
Tiene un efecto positivo en nuestra salud mental y física. También sirve para la resolución eficaz de conflictos ya que intenta entender en vez de destruir.
Es importante destacar que, si bien, la autocompasión no es incompatible con el enojo, nos permite ejercerla de mejor forma ya que desarrollar la autocompasión nos permite sentirnos enojadas sin autocriticarnos o reprimirnos, sin obsesionarnos con el enojo de forma insana. Cuando tomamos conciencia de nuestro enojo, podemos recordar que la rabia es parte de nuestro repertorio emocional y puede ayudarnos a reafirmarnos sin provocar daño.

Entonces, para poder tomar conciencia y trabajar la rabia y el enojo, te proponemos un ejercicio descrito en el libro de Kristin Neff que puedes usar con tus consultantes y también contigo (recuerda que la mejor forma de trabajar en terapia con otros es cuando hemos trabajado en nosotras también).
Piensa en un hecho reciente de tu vida que provocó que te enojes con alguien (algo que no sea tan importante). ¿Cuál es la situación? Descríbela. Ahora responde:
1. ¿Cómo se expresó tu rabia? Por ejemplo, gritos, tono de voz frío, palabras cortantes, silencio.
2. ¿Cuál fue el resultado de tu rabia? ¿Ocurrió algo destructivo? ¿Sacaste algo constructivo?
3. ¿Cómo te sentiste después del enojo? ¿Cómo te impactó personalmente? Por ejemplo, te sentiste empoderada, avergonzada, confusa.
4. Este enojo, ¿qué intentó hacer por ti? ¿Trató de advertirte de un peligro o de protegerte de algún modo, aunque el resultado no fuese beneficioso? Por ejemplo, intentó evitarte un daño, ayudarte a dar tu opinión o establecer límites claros.
5. Prueba a escribir algunas palabras de agradecimiento a tu enojo por sus esfuerzos por ayudarte. Aunque los métodos usados por tu enojo para expresarse no fueran los ideales, o las consecuencias no te sirvieran de ayuda, ¿cómo valoras esa energía de tu interior que intentaba protegerte? Por ejemplo, podrías escribir algo como “Gracias rabia por defenderme e intentar asegurarte de que se revelara la verdad. Reconozco tu intención de mantenerme a salvo a toda costa”.
6. Ahora que tu enojo cuenta con tu agradecimiento y aprecio, ¿qué palabras sabias tiene el enojo para ti?
7. Al final de este ejercicio, analiza cómo te sientes.
Te invitamos a mirar esta emoción que tan presente está hoy y tan poco espacio se le da. Intégrala en tus sesiones, conversa de ella con tus consultantes, aprovechemos la energía que trae la rabia.
Si te interesan estos temas, te recomiendo leer también:
Antonella Longo M.
Magister en Psicología y Supervisora Clínica
Septiembre 2025
Fuente: Auto-compasión fiera, Kristin Neff (2022)
Comentarios