¿Cómo hacer un diagnóstico del adolescente dentro del Espectro Autista?
- supchile
- hace 2 días
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Cuando a la consulta llega un adolescente con la sospecha de estar dentro del Espectro Autista (TEA), lo primero que notamos es que el proceso no siempre es tan evidente como en la infancia. En la adolescencia, muchos de los rasgos se encuentran parcialmente enmascarados: los chicos y chicas ya han aprendido estrategias para “camuflarse” socialmente (especialmente las mujeres) y los síntomas pueden confundirse con los típicos cambios emocionales de esta etapa vital.
En la entrevista inicial podemos observar que en la comunicación social, aparecen dificultades para comprender la ironía, el humor o los dobles sentidos. A veces sus conversaciones son poco recíprocas y tienden a girar en torno a intereses muy específicos. También puede notarse una escasa iniciativa social o la dificultad para mantener amistades.

En cuanto a la interacción y las relaciones, muchos adolescentes muestran una fuerte preferencia por las rutinas. Les cuesta adaptarse a los cambios propios de la vida escolar y social, y son particularmente vulnerables al bullying o al aislamiento.
En la esfera conductual y emocional, es frecuente encontrar intereses restringidos e intensos, rigidez para aceptar otros puntos de vista o para flexibilizar el pensamiento. No es raro que aparezca ansiedad o depresión, sobre todo cuando el diagnóstico se hace tardíamente y han pasado años sin comprender del todo sus propias dificultades.
Finalmente, también debemos estar atentas a lo sensorial y cognitivo: la sensibilidad aumentada a ruidos, luces o texturas puede ser un signo importante. Además, suelen presentar desafíos en funciones ejecutivas, como la planificación, la organización y el manejo del tiempo, lo que repercute directamente en la vida escolar.
Como psicólogos, sabemos que este proceso no puede ser abordado en solitario. Se requiere un trabajo interdisciplinario con psiquiatría, neurología, fonoaudiología y otras áreas. Generalmente, el proceso incluye:
Entrevistas clínicas detalladas con el adolescente y su familia.
Observación de la conducta en distintos contextos: casa, colegio, espacios sociales.
Aplicación de pruebas estandarizadas (como el ADOS-2 o cuestionarios de screening).
Reconstrucción de la historia del desarrollo desde la infancia.
Evaluación de comorbilidades frecuentes: TDAH, ansiedad, depresión, entre otras.
¿Por qué es tan importante llegar al diagnóstico en la adolescencia?
Porque un diagnóstico certero a esta edad puede marcar la diferencia entre un camino lleno de frustraciones y exclusión, o uno en el que se abre paso a la comprensión y al acompañamiento.
Reconocer la condición del espectro en los adolescentes nos permite:
Acompañar emocionalmente al adolescente y a su familia.
Realizar ajustes razonables en el contexto escolar.
Favorecer la autonomía y el desarrollo de habilidades sociales.
Prevenir cuadros secundarios como depresión, ansiedad o baja autoestima.

Un diagnóstico tardío, en cambio, deja a muchos adolescentes sintiéndose “fuera de lugar”, lo que impacta directamente en su bienestar emocional. Detectarlo a tiempo permite diseñar apoyos personalizados y estrategias que faciliten la transición hacia la adultez
En conclusión, el diagnóstico en la adolescencia no es sencillo: exige sensibilidad clínica, trabajo interdisciplinario y una escucha atenta a lo que el adolescente y su familia traen consigo. Pero es un paso fundamental para abrir espacios de inclusión y potenciar sus propias capacidades. Reconocer la diversidad neurocognitiva en esta etapa nos permite, como psicólogos, acompañar procesos de vida más plenos y ajustados a las necesidades reales de quienes llegan a nuestra consulta.
M. Graciela Rocca Saavedra
Psicóloga Infanto- juvenil
Octubre 2025
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