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¿Cómo acompañar a un niño durante una situación de crisis?

  • Foto del escritor: Anita Ovalle
    Anita Ovalle
  • 4 ago
  • 4 Min. de lectura

Muchas veces recibimos en la consulta padres preocupados por su hijo quien ha vivenciado una situación de crisis. Llegan a la consulta queriendo saber cómo acompañarlos y ser una fuente de contención que le permita al niño integrar la experiencia de la manera más adaptiva posible. Entonces lo primero que debemos hacer es psicoeducar a esos padres, expresarles y dejarles claro que el trauma no es lo que nos ocurre, sino cómo vivimos lo que nos ocurre, como bien lo señala Gabor Maté.


Una situación de crisis —y en especial las catastróficas— implica una ruptura abrupta en la cotidianeidad. Son eventos que desafían nuestra estabilidad emocional, física y social, y nos exigen una reorganización interna para poder enfrentarlos. Estas crisis pueden ser tanto esperadas como inesperadas. Por “esperadas”, se hace referencia a transiciones naturales del ciclo vital (como cambios escolares o mudanzas), y las crisis inesperadas corresponden a situaciones que surgen de forma repentina y traumática, como enfermedades graves, desastres naturales, accidentes, cesantía o la muerte de una figura significativa.


Cómo profesionales de la salud mental sabemos que, independiente del tipo de crisis, el impacto puede ser profundo, generando síntomas ansiosos, depresivos, e incluso alterar el funcionamiento del sistema inmunológico. En ese contexto, el modo en que un otro acompaña al niño se vuelve clave, ya que influirá directamente en cómo ese niño interpretará, sentirá y recordará lo vivido.

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Entonces primero debemos buscar un adulto que esté disponible emocionalmente para el niño, que tenga las herramientas necesarias y pretensiones de acompañar. Recordemos que una intervención oportuna y cálida puede facilitar una recuperación positiva y saludable. Una vez que tenemos en la consulta aquel adulto emocionalmente disponible, necesitamos abordar cada uno de estos aspectos para asi ayudar al niño a integrar esta experiencia de la manera más saludable posible.


Comunicar con claridad y seguridad

  • Lo ideal es que sea una sola persona quien entregue la información, para evitar confusión.

  • Evitar la exposición a noticias, imágenes o conversaciones de adultos que puedan aumentar su ansiedad.

  • Utilizar un lenguaje sencillo, concreto y calmo, que brinde seguridad.


Por ejemplo: “para que estemos seguros esta noche, vamos a dormir en la casa de tu tía por un par de días. En el camino podríamos ver bomberos, carabineros y mucha gente moviéndose, pero todos están trabajando para cuidarnos. Yo estoy contigo y seguiré a tu lado”.


Contener emocionalmente

  • La propia calma transmite calma al otro. Respirar profundo, hablar con tranquilidad y mostrarse presente es fundamental.

  • Validar el miedo o la angustia que pueda estar sintiendo, nombrar lo que pasa y contener sin minimizar.


 “¿Te asustaron esas personas corriendo y gritando? Es normal que te dé miedo. Pero estamos aquí, seguros. Respira conmigo”.


Recordar a los padres o cuidadores que están emocionalmente disponibles que contener no es solucionar, justificar, minimizar, sino que mas bien, responde a poder estar presente tolerando ese malestar, acompañarlo en eso.


Permanecer cerca

  • Quedarse junto al niño o niña todo el tiempo que lo necesite. El contacto físico —como un abrazo o tomar su mano— es una fuente de seguridad.

  • Cuando se sienta más tranquilo, reconectar y volver con lo cotidiano: jugar, dibujar o simplemente volver a lo que se estaba haciendo antes.


Ofrecer herramientas al adulto para autorregularse y asi poder guiar al niño para regularse (co-regulación)

  • Respirar juntos es una herramienta sencilla y muy poderosa.

  • Si el niño no quiere, basta con que vea al adulto hacerlo, lo que también puede calmarlo.


Validar emociones sin juicio

Explicarle al cuidador que el niño necesita saber que lo que siente está bien. Dar permiso para llorar, para estar tristes o sentir rabia es clave para que puedan expresarse libremente y sentirse comprendidos.

“Llora todo lo que necesites, entiendo tu pena”.“Entiendo que tengas rabia. A mí también me da rabia esto”.


Acompañar al niño en esos pensamientos angustiantes

  • Si aparecen pensamientos negativos o fantasías catastróficas, lo importante es escucharlos, acogerlos y redirigir con cariño.

  • A veces no es el momento para profundizar, pero sí para acompañar emocionalmente y ofrecer una alternativa de pensamiento o distracción.


“Estás pensando eso porque tienes mucho miedo ahora, pero no va a pasar. Pensar en eso solo te asusta más, así que mejor respiremos juntos y pensemos en algo que te guste”.


Cuidarse para cuidar

Es imposible poder contener a otro si no tenemos un espacio donde sentirnos cuidados. Buscar apoyo, hablar con otros adultos y sostener nuestras propias emociones es también parte esencial para acompañar al infante.

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Y después de la crisis, ¿Qué se recomienda hacer para sostener el apoyo emocional y físico?


Una vez superado el momento crítico, es fundamental:

  • Intentar volver a la cotidianidad y restablecer las rutinas: horarios, comidas, sueño, actividades diarias. La estructura y la predictibilidad ofrecen seguridad y contención.

  • Evitar nuevas exposiciones a situaciones de riesgo emocional. Es decir, no mostrar imágenes, ni noticias, ni hablar de forma alarmista frente al niño. Ojalá todas las preocupaciones y conversaciones de los adultos queden ente los adultos, evitando transmitírselo al niño.

  • Ayudar a procesar lo vivido, con un lenguaje adaptado a su edad, se sugieren mensajes concretos, precisos, acotados y simple.


Por ejemplo: “estabas jugando y de repente el suelo empezó a moverse. Comenzó el temblor. Yo te tomé en brazos, buscamos tu juguete favorito y nos fuimos con papá a la casa de la tía Alejandra”.


El juego es una gran herramienta para integrar lo vivido: a través del juego simbólico (con muñecos, animales, bomberos, etc.), los niños pueden expresar y reelaborar la experiencia a su manera.

Es importante recordarle a los padres que para acompañar a un niño durante una situación de crisis no se requiere perfección, sino que presencia, disponibilidad emocional y coherencia. Además, que la forma en que sostengamos la situación hoy será parte de los recursos que tendrá mañana para enfrentar la vida. Tu calma, tu mirada, tus palabras y tu abrazo pueden ser su refugio.

 

Supervisora Clínica Ps. Anita Luisa Ovalle M.

Agosto 2025


Referencias bibliográficas:

Fernández Márquez (L.M) 2010. Modelo de intervención en crisis: en busca de la resiliencia personal. Madrid.

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