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La gestión del placer, ¿cómo trabajarlo en la consulta?

  • Foto del escritor: Anita Ovalle
    Anita Ovalle
  • 25 sept
  • 3 Min. de lectura

En la práctica clínica, gran parte de nuestra labor se centra en trabajar, junto al consultante, la gestión emocional de alguna de las cuatro emociones primarias. Los seres humanos convivimos con estas: miedo, dolor, ira y placer, que son las que constituyen la base de todas las demás emociones. Entonces, para aprender a “domesticar” este tigre interior, necesitamos aprender sobre la gestión de cada una de ellas, lo cual no significa reprimir o desatar sin control nuestras emociones, sino más bien encontrar un punto de equilibrio dinámico y adaptativo que nos permita convivir con ellas, transformándolas en aliadas para nuestro crecimiento personal.


Hoy nos queremos centrar en el placer. ¿Quién hubiese pensado que el placer pudiese convertirse en un problema? Y la verdad es que la gestión del placer adquiere una relevancia central dado su potencial constructivo a ser una fuente de vitalidad, pero cuando NO se regula adecuadamente, puede transformarse en un factor de riesgo para patologías como TOC, trastornos alimentarios, adicciones o la evitación propiamente tal. Recordemos que estos cuadros (TOC, Trastornos alimentarios, entre otros) pueden tener a la base la emoción del miedo o del placer. En los casos en que la patología se basa en el placer, podemos apreciar como las compulsiones representan acciones o pensamientos donde la persona siente alivio, en la bulimia la paciente siente gratificación al purgar, en los casos de autolesiones la persona siente alivio o incluso placer versus la angustia.


No obstante, reducir la gestión del placer únicamente a lo patológico sería insuficiente. El placer es también un impulso vital constructivo, que no se restringe al sexo o la comida, sino que atraviesa todas las dimensiones de la existencia: el gozo de aprender, de crear, de compartir y de generar belleza en lo cotidiano, etc.

Gestión del placer
Gestión del placer

El desafío no está en negar el placer, sino en aprender a regularlo, permitirlo en dosis. Entonces para ayudar a nuestros consultantes a aprender a gestionar el placer, debemos entender que esto no significa reprimirlo ni fomentar su expresión sin límites, sino más bien acompañarlos en el desarrollo de una relación consciente, equilibrada y saludable con el fin de transformarlo en un aliado indispensable para la felicidad y la construcción consciente de nuestra vida.


Algunas estrategias para “domesticar” esta fuente de vida interior:

  1. Reconocer la inevitabilidad del placer. Ningún ser humano puede vivir sin placer. Negarlo o prohibirlo suele reforzar su atractivo, generando el efecto contrario al buscado. Un primer paso en la terapia es legitimar el placer como parte constitutiva de la vida y del bienestar psicológico.

  2. Diferenciar disfrute de compulsión. Es importante ayudar al paciente a distinguir cuándo el placer se experimenta de forma plena, voluntaria y nutritiva, y cuándo se convierte en algo irrefrenable o destructivo. Esta distinción abre la puerta a intervenciones orientadas al control flexible y no a la abstinencia rígida.

  3. Introducir la lógica del permiso planificado. Una estrategia eficaz, especialmente en casos de adicciones conductuales (alimentarias, sexuales, tecnológicas), es la del placer programado. Al conceder espacios delimitados para el disfrute, el paciente descubre que puede relacionarse con el placer sin sentirse arrastrado por él. La máxima “si te lo concedes, puedes renunciar; si te lo prohíbes, será irrenunciable” puede convertirse en un recurso clínico potente.

  4. Trabajar la dimensión relacional del placer. El placer no es solo individual: se multiplica en el encuentro con otros. Invitar a los pacientes a reflexionar sobre cómo generan bienestar en sus vínculos cercanos puede abrir caminos hacia formas de placer más profundas y sostenibles, que fortalecen redes de apoyo y nutren la autoestima.

  5. Favorecer un enfoque constructivo y vital. El placer debe ser entendido no solo en su faceta hedónica, sino también como impulso vital: el gozo de aprender, de crear, de superarse. Ayudar a los pacientes a descubrir estas fuentes de gratificación les permite ampliar su repertorio y no depender de un único canal de satisfacción.


Nuestra tarea como profesionales de la salud mental trata entonces en acompañar al paciente en el desarrollo de una relación equilibrada con el placer: una en la que pueda vivirlo sin culpa, manejarlo sin reprimirlo y orientarlo hacia el crecimiento personal y relacional. Este equilibrio no se logra de inmediato, sino a través de la práctica, la conciencia y la exploración guiada en el espacio terapéutico.

Y tú, ¿cómo trabajas en psicoterapia con los problemas que tienen a la base la emoción del placer?


 

Bibliografía: Emociones de Giorgio Nardone. Ed Herder, 2020.


Supervisora Ps. Anita L. Ovalle M.

Octubre 2025

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