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Cuando pensar se convierte en una trampa: rumiación, miedo e incertidumbre en psicoterapia

  • Foto del escritor: Antonella Longo
    Antonella Longo
  • hace 4 días
  • 3 Min. de lectura

En consulta es habitual escuchar ese ruido mental insistente:“¿Y si…?” ¿Y si pasa algo malo? ¿Y si pierdo el control? ¿Y si me equivoco?


Estas preguntas, que parecen reflexivas o incluso inteligentes, suelen convertirse en una de las principales fuentes de sufrimiento psicológico. No porque pensar sea un problema —pensar es inevitable— sino porque sobrepensar es opcional.


La neurociencia nos recuerda algo clave para la clínica: entre el 95 y el 99% de los procesos mentales ocurren fuera de la conciencia. Esto implica que gran parte del malestar psicológico no se resuelve pensando distinto, sino sintiendo y actuando distinto. Sin embargo, muchas personas llegan a terapia convencidas de que, si logran entender lo que les pasa, el sufrimiento desaparecerá. Y ahí comienza la trampa.


El pensamiento rumiativo suele proyectarse al futuro, la mente busca respuestas para calmar el miedo, pero el futuro no se puede controlar. Cada intento de respuesta genera una nueva duda, aumentando la ansiedad. Cuando la persona entra en un “competencia” con su mente —intentando detener, discutir o tranquilizar el pensamiento— termina perdiendo. El pensamiento gana y la persona queda bloqueada, en tensión constante.

Pensar sin sobrepasar
Pensar sin sobrepasar

Una metáfora útil es pensar la mente como una radio siempre encendida. No elegimos la programación, pero sí qué hacemos mientras suena, teniendo claro que no somos nuestros pensamientos, somos lo que hacemos con lo que pensamos y sentimos. El ruido mental no es una falla: es parte del funcionamiento normal de la mente humana.


El sufrimiento aparece cuando intentamos controlar lo que no es controlable. Este exceso de control termina generando más descontrol. En el TOC, por ejemplo, la lógica llevada al extremo se transforma en una tiranía: cuanto más se comprueba, más se duda.


La salida no es luchar contra el pensamiento, sino dejarlo pasar sin responder. Si ya se entró en el bucle, la clave es quedarse quieto, no alimentar la rumiación. Hacer “nada”, pero de forma consciente.


Las personas con pensamientos intrusivos no son peligrosas ni malas. Al contrario, suelen ser muy precavidas precisamente porque están pendientes de que no ocurra lo que están pensando. El problema aparece cuando se empieza a evitar: situaciones, lugares, experiencias… hasta evitar vivir la vida. Cuando huimos de nuestros miedos, terminamos atrapados, por eso importante la valentía, pero la valentía no siempre es luchar; a veces es mirar el miedo a la cara y permanecer ahí hasta que pierde fuerza. Enfrentarlo, poco a poco, permite que el ruido mental se apague.


Pensar, sentir y actuar están profundamente interrelacionados. Cuando pensar y sentir nos atrapan, la acción se vuelve terapéutica, aunque sea mínima: escribir, moverse, continuar con la tarea. Como decía Pessoa: “Escribir baja la fiebre del sentir”, entonces la acción nos devuelve al presente y nos saca del bucle.


El mejor modo de ser infeliz —decía Don Johnson— es preguntarse constantemente si uno es feliz. La vida nunca se comprende del todo: se experimenta. Entonces aceptar la incertidumbre es aceptar la vida. Siempre habrá cosas que no podamos saber ni controlar. Aprender a dejarlas estar es una de las claves del bienestar psicológico. Como dijo Descartes: “Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de ellas jamás sucedieron.”

 

 

Fuente:

Podcast El Secreto de la Vida de Endor Technologies, invitada Julia Pascual

Libro Pienso Luego Sufro, Giorgio Nardone y Giulio de Santis

 

 

Ps Antonella Longo M.

Magister en psicología y Supervisora clínica

Enero 2026

 

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