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¿Conoces la terapia indirecta?

¿Te ha pasado que te llama una mamá/papá o cuidador preocupado por su hija/o, sin embargo, el hijo/a no quiere ir a terapia y te piden si tú podrías llamarlo para convencerlo de ir a terapia? ¡A nosotras sí! Y lo que hacemos es explicar que ese sería el primer fracaso del proceso terapéutico e invitamos a esa persona que nos está contactando a venir a nuestra consulta.


Hay instancias en que la persona que “padece el problema” no tiene motivación al cambio, esto se puede atribuir a múltiples motivos, sin embargo, comparten la característica de mostrarse oposicionistas respecto a la terapia. ¿Qué los hace comportarse de esta forma? En la mayoría de los casos, quienes no quieren venir a terapia están obteniendo ganancias secundarias con su comportamiento o situación actual, es decir, se resisten al cambio ya que actualmente con su “problema” tienen más ventajas que desventajas. Gracias al problema, y a la mantención de este, obtienen lo que necesitan. Por ejemplo, en el caso de una familia con una hija con anorexia, ella recibía toda la atención de la familia precisamente por su anorexia. Esta familia estaba compuesta por tres hijos, uno con síndrome de down, otro mayor y muy inteligente, y la hija con anorexia, entonces ocurría que a través de la anorexia ella reciba la atención que no lograba obtener de otra forma. En el colegio obtenía otros beneficios como tener comida especial, decidía cuando daba sus exámenes, dónde y cuándo salían de excursión; los profesores les pedían a sus compañeras que hablaran con ella y fuesen sus amigas y, en general, le daban mucha dedicación al tema.


En el fondo, los pacientes son resistentes de manera explícita o implícita por temas de ganancia secundaria, las cuales pueden surgir en múltiples contextos. Por esto es fundamental identificar dónde y cómo ocurren estas ganancias para poder realizar terapia indirecta, es decir, no directamente con la persona que “manifiesta el problema”, sino que con los padres, los cuidadores, profesores u otros a cargo de esta persona.


Como dice Giorgio Nardone, basado en la frase de Napoleón “vísteme despacio que tengo prisa”, muchas veces tenemos que partir “lento” (o indirecto) para llegar antes, porque si vamos directo y confrontacional nos vamos a encontrar con una elevada resistencia y no habrá cambio, al contrario, lo más probable es que ocurra una deserción.


Por lo mismo en estos casos es preferible trabajar con los padres/cuidadores y/o profesores, que son quienes dan esta ganancia secundaria, incluyéndolos en la terapia en un rol de co-terapeutas, es decir, debemos hacerlos sentir como un aliado experto describiéndoles exhaustivamente cómo se está manteniendo el problema y cómo ellos están brindando las ganancias secundarias. Siguiendo el ejemplo anterior, si sólo damos las prescripciones o tareas de “parar de darle comida” o “parar de buscarle amigas”, no podrán realizarlo ya que no entenderán cómo al dejar de hacer esto realmente estarán ayudando a disminuir el problema. Entonces lo que debemos hacer es mostrar lo que no está resultando, sin acusarlos; ellos deben sentirse parte de la investigación terapéutica para poder resolver la situación. Es fundamental que entiendan el funcionamiento del problema para que dejen de hacer lo que lo sostiene. Esto para evitar la intermitencia que es el peor reforzador de la conducta.


Para trabajar con los padres/cuidadores como co-terapeutas debemos mirar si están alineados respecto a la forma de reaccionar con sus hijos y estilos de crianza; en caso de no estarlo, debemos abordar este tema.


Finalmente, para realizar terapia indirecta es importante tener en consideración:

  1. No aliarse con ninguno de los padres, ya que si hacemos esto nos sumamos al problema y creamos alianza con uno dejando fuera al otro.

  2. El sistema consultante está repitiendo ses soluciones intentadas no exitosas, tienen las mismas formas de manejar las situaciones. Por sistema consultante nos referimos a las personas con quien trabajamos en terapia (padre/madre, cuidador, colegio, a veces, el paciente índice).

  3. Debemos mirar las soluciones intentadas de todo el sistema (padre/madre/hijo) para entender lo mejor posible cómo ocurre y se perpetúa el problema.

  4. Para alinearnos con ambos padres debemos conocer las percepciones subyacentes de cada uno de estos respecto a la situación problema. Tenemos que entender cómo ellos ven y perciben la situación: ¿el hijo está enfermo o el hijo es malo? Cuando se mira al hijo como “enfermo”, la tendencia es a protegerlo; cuando se mira al hijo como “malo”, la tendencia es a castigarlo. Es importante mirar cómo ambos padres perciben la situación problema y qué rol juegan. Nuestro objetivo es que ambos padres tengan la misma percepción ya que la diferencia genera ambivalencia y confusión.

  5. Es muy importante también conocer cómo entienden el “ser un buen padre/madre” ya que de acuerdo a esta creencia van a actuar.

Con esta información vamos discriminando qué tipo de percepción tienen acerca de su hijo y entendemos las soluciones intentadas que emiten y generan ganancias secundarias que mantienen el problema. Así podemos ir cuestionando esta creencia para romperla e ir generando nuevas formas de abordar la situación para así ir extinguiendo las ganancias secundarias brindadas.


Se sugiere realizar este tipo de terapia cuando el paciente índice está resistente, cuando alguna persona sufre por el paciente y con los niños, ya que si los padres no modifican su, el hijo volverá a presentar la dificultad.

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