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¿Es posible gustarle a todo el mundo?- Parte 1

El miedo a no ser popular es uno de los más extendidos, tanto en adolescentes como en adultos, y existen distintos “guiones” en que se funciona desde este temor a no agradar. En el ámbito social, surge este miedo a no ser apreciado por lo que se hace, relacionado principalmente al desempeño que puede ser laboral y también en ámbitos más cotidianos, por ejemplo, caerle bien a alguien en una fiesta. Se transita en los polos éxito y fracaso, una constante búsqueda de feedback, aparece el terror a fallar ante la evaluación de los demás, es decir, si nadie se da cuenta, no hay mucho problema al equivocarse o fallar, pero si el otro lo nota, aparece un tremendo problema.


Se puede ser muy eficaz en las relaciones sociales, en mostrar lo que creen que los otros esperan de ellos, entonces son como un camaleón: por el miedo cambian de color continuamente siendo capaz de sintonizarse con las expectativas que se tengan de él. El problema es que, por ejemplo, en el trabajo pueden bloquear su desempeño al buscar ser aprobados y valorados, por el miedo de perder aprobación puede evitar tomar decisiones que pueden ser vistas como incómodas por otros, entonces no avanzan. En las relaciones afectivas, aparece el miedo a perder el cariño de los otros, a desilusionarlos y perder la relación, hasta llegar al miedo de ser abandonado.


Se observan 2 patrones relacionales:


  1. Insano altruista: para ser apreciado o querido está siempre disponible para todos. Generalmente crea guiones que se degradan porque si se está siempre dando y nunca pidiendo nada, se genera en los otros una especie de complementariedad, entonces se crean relaciones fuertemente desbalanceadas que pueden llevar a consecuencias disfuncionales.

  2. Prostituta relacional: este patrón es más potente y se le pone este nombre precisamente para que tenga mayor impacto. Son personas que, literalmente, se prostituyen por las exigencias altruistas, es decir, una persona absolutamente incapaz de decir que “no”. En pareja, esto lleva a relaciones totalmente desbalanceadas, con una persona que por no ser abandonada por el otro está dispuesta a conceder todo; muchas veces la pareja no es consciente de esto, simplemente piensa que su pareja está de acuerdo con esta forma de funcionar.


Cuando se tiene como centro la evaluación a los otros, es como si se estuviera constantemente bajo una cámara teniendo que ser la persona adecuada, entonces aparecen guiones agotadores, dolorosos y disfuncionales en los afectos.


Existen consecuencias importantes que pueden ir desde disfuncionales a catastróficas de acuerdo a la rigidez del guion o patrón relacional. Pensemos en un camaleón: tiene la habilidad de cambiar de color para adaptarse a su entorno, sin embargo, en un cierto punto corre el riesgo de perderse a si mismo ya que de tanto cambiar de color, finalmente no sabe cual es el suyo. Puede ocurrir que estas personas se dan cuenta de que son muy eficientes adaptándose pero ya no saben qué les gusta, entonces muchas veces es difícil volver a entrar en sintonía con lo que sienten. Además, este cambio de colores continuo es muy cansador porque si bien al principio es opcional, después se vuelve una obligación para no sentir que se está fallando. No está presente el placer de complacer a otros (que esto sería otro tema), sino que lo que está presente es el miedo a no complacer a otros, es muy distinto porque el placer de complacer hace cambiar de color incluso con gusto de gozar de esto, es posible elegir no hacerlo; si se hace desde el miedo, se instala como una obligación, entonces se repite este mecanismo con la necesidad de encontrar la confirmación de que se está en el color adecuado.


Entonces ¿cómo trabajar con este patrón relacional? Te lo contamos en el siguiente artículo.


Antonella Longo M.

Marzo 2022

Articulo basado en entrevista a Roberta Milanese, psicóloga asociada al Centro de Terapia Estratégica de Arezzo

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