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¿Por qué y cómo incluir la asertividad en nuestros procesos terapéuticos?

¿Cuántas veces nos hemos encontrado con motivos de consulta ligados a dificultades comunicacionales? E incluso más allá de eso: ¿No es una verdadera labor en nuestra práctica clínica no perder de vista el cómo comunicarnos para que nuestras ideas e intervenciones lleguen a puerto?


El autor francés Bernard Werber ya describía estas dificultades en sus libros con su célebre frase: “Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que creo decir, lo que digo, lo que quieres escuchar, lo que crees escuchar, lo que escuchas, lo que quieres entender, lo que crees entender y lo que entiendes, hay 10 posibilidades de tener dificultades para comunicarnos”. Por lo mismo es que trabajar detenidamente en asertividad se vuelve un tremendo recurso para aportar a la mejoría de nuestros pacientes.


Partiendo desde lo básico: ¿Qué es la asertividad y para qué sirve?

Entendemos este concepto como aquellas conductas comunicativas que nos permiten expresar nuestro propio mundo interno (sentimientos, deseos, percepciones, opiniones, derechos y límites, entre otros) de una manera directa y genuina, y que al mismo tiempo respeten y no violenten la vivencia y postura de otros. Si la ubicamos en un continuo, la asertividad se encuentra en el intermedio de dos polos: La pasividad y la agresividad. La primera tiene que ver con la invalidación y transgresión de nuestra propia postura y límites en favor de otros para así evitar conflictos, momentos de malestar y/o importunar a un tercero; y la segunda es la expresión sin cuidado de nuestra propia postura sin visualizar las consecuencias que puede traer en otros y en sus propias necesidades y emociones.


Poder detenernos en este importante recurso comunicativo nos permite trabajar entre otros objetivos:

  1. La puesta en marcha de límites concretos y claros en función de nuestras propias necesidades y emociones

  2. El poder decir que no o mostrar desacuerdo sin un exceso de culpa o desconsideración

  3. Pedir ayuda, favores o hacer peticiones específicas y razonables

  4. Expresar estados emocionales propios a otros (ya sean placenteros o displacenteros)

  5. Tener la capacidad de dar y recibir feedback entendiendo y expresándolo constructivamente

  6. Tener herramientas para entablar conversaciones efectivas y fluidas en su inicio, mantención y cierre.

Pudiendo desarrollar este concepto aportamos no sólo en términos relacionales/externos con estrategias de resolución de conflictos, sino también en términos individuales ya que la asertividad está fuertemente ligada a un mayor grado de conciencia y reconocimiento personal, a una mayor capacidad de auto-regulación y a un sentido mucho más fuerte de autoeficacia y autenticidad, pilares fundamentales para una sana autoestima.


¿Cómo podemos entonces llevar esto al trabajo específico en sesión? Algunos tips:

  • Revisar las resistencias y lo que es recomendado vs lo que es recompensado: Racionalmente la asertividad suena preciosa, pero en un mundo donde los costos de ser asertivo son altos puede que existan muchas creencias a la base y riesgos reales a trabajar detalladamente antes de incentivar cambios.No hay comunicación efectiva sin antes tener conciencia y validar nuestros propios estados emocionales: No nos apuremos y entendamos que la comunicación es el segundo paso de un proceso donde el primero consiste en buscar qué es lo que se quiere decir y cómo decirlo.

  • Recoger la intención sin olvidar la forma: Nardone explica que a veces con las mejores intenciones podemos lograr los peores resultados, y esto es porque las formas a veces están alineadas con estas buenas intenciones.

  • Separar la persona de la conducta: No somos 100% asertivos, y tener conductas pasivas/agresivas no nos vuelve personas polares (aunque podamos tener estilos predominantes). Una misma persona puede oscilar en polos y pasar también por “tonalidades de grises” (por ejemplo: quien se invalida y/o hace pequeñas observaciones asertivas no consideradas puede explotar y tener arranques agresivos, los que al ser castigados pueden ocasionar un retorno a la pasividad).

  • Perdiéndole el miedo al conflicto/malestar: Creemos que el bienestar se basa en la ausencia de estos elementos, cuando en la realidad lo que asegura ese bienestar es una resolución efectiva de ambos. Veamos a la evitación entonces como la verdadera enemiga e invitemos a construir formas de abordar estos temas.

  • Volver al “yo” más que al “tú”: El modelo de la comunicación no violenta (CNV) explica que muchos problemas relacionales tienen que ver con el cuestionamiento del otro más que en revisar cómo nos afecta personalmente ciertos eventos. Cuando reconozco el circuito de hechos, percepciones, creencias y emociones producto de mis necesidades no satisfechas, es que puedo compartir mi postura de una manera menos agresiva y que invite a centrarse en la solución más que en el problema.

  • Tener en consideración los distintos factores de la comunicación: Como si de una clase de lenguaje se tratara, debemos entender que no sólo hay un emisor y un receptor, sino también un contexto, canales, una relación, etc. Por lo mismo NO SIEMPRE se puede ser asertivo, e incluso a veces no serlo es lo correcto (por ejemplo: querer ser asertivo con alguien que quiere pegarme, o ser asertivo con un niño que corre a toda velocidad a cruzar la calle sin mirar si vienen autos).

  • Tener en cuenta objetivos y resultados deseados y ajustar expectativas: La promesa de la asertividad no es asegurarte buenos resultados en términos del otro ya que no tenemos control sobre las reacciones de terceros, pero lo que si ofrece es dejar a la persona con la sensación de que hizo todo lo que estaba al propio alcance para poder comunicar lo que correspondía de la manera adecuada al momento.

  • No tomárselo todo literal: Agresividad no es sinónimo de violencia activa como pasividad no es sinónimo de silencio o ausencia de palabras. A veces el silencio puede ser muy agresivo, o la agresión puede ir camuflada con piel de oveja en palabras dulces e indirectas. Estemos atentos/as a esas sutilezas para corregirlas.

  • Y por último: Evaluar cómo en nuestra terapia estamos siendo referentes y modelos a la hora de practicar la asertividad. Somos personas tratando con personas y también puede ser una dificultad para nosotros/as partir por casa poniendo en práctica este recurso. ¿Soy capaz de hacer respetar y poner los límites que necesito respecto a mi encuadre? ¿Le puedo hacer saber de manera respetuosa mi malestar al paciente cuando algo no me parece? ¿Soy capaz de escuchar empáticamente al otro o necesito poner por sobre el otro mi postura y mi comprensión de la realidad?


Psicóloga Isidora del Real

Especialista en Comunicación Efectiva


*Si este es un tema en el que te gustaría profundizar o informarte, aquí puedes encontrar algunos libros de ayuda para adentrarte en el mundo de la comunicación asertiva:

  • “Con todo tu derecho” – Robert Alberti & Michael Emmons

  • “Comunicación no violenta” – Marshall Rosenberg

  • “Cuestión de límites” – Nedra Glover

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