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¿Qué significa externalizar un problema?

En la consulta, muchas veces llegan personas que se sienten totalizadas por su problema, realmente se sienten su problema, es como si esta situación invadiera su vida completa, como si fuese su identidad, sin embargo como decía Michael White, “el problema es el problema, la persona nunca es el problema”… ¿qué significa esto? En terapia debemos separar a la persona de su problema, es decir, separar el problema de la identidad de la persona.


La identidad de las personas es dinámica, está en permanente construcción y se va transformando en relación a las historias que cada uno vive y que se van entrelazando con otros. Estas historias están repletas de significados, de acciones que tienen un sentido que, a su vez, se relaciona con las intenciones de cada persona, lo que, a su vez, se vincula con los valores de cada uno, lo que mueve a cada persona. Entonces a partir de estos valores, las personas van eligiendo el camino que van tomando.


Al externalizar el problema, se pone a la persona en relación con este, por lo tanto lo puede mirar y esto genera que aumente su capacidad de hacerse cargo de la parte que le corresponde respecto a este problema. Las personas, por definición no somos una característica, esto es construido, entonces las características no definen ni totalizan a las personas, por ejemplo, una persona puede ser muy proactiva en cierto contexto y puede no serlo en otro, por lo tanto la persona no se define como “proactiva” sino que va a depender del contexto.


Entonces, para externalizar un problema es muy útil:

  1. Dar un nombre y características al problema: pedirle a la persona que describa su experiencia de una forma que le sea significativa. Debe ser con sus propias palabras, con su lenguaje, y ponerle un nombre a este problema. Es construir este problema como una imagen o un personaje o una cosa. Algunas preguntas útiles son: ¿de qué color es?, ¿tiene olor?, ¿hace ruido?, ¿habla?, ¿cómo es su voz? Si es un personaje/persona, ¿cómo es su cara?, ¿y su pelo?, ¿cómo se viste? Se debe hacer una descripción lo más exhaustiva posible.

  2. Determinar los efectos que este problema, ya con un nombre, tiene en la vida de la persona: debemos explorar que aspectos de la vida se ven afectados por el problema y cuáles no, delimitando claramente en qué áreas influye este problema y en qué áreas no aparece, qué característica tiene cada una de estas áreas que ayuda a que el problema aparezca o previene que no aparezca. Algunas preguntas útiles: ¿qué te hace pensar de ti este problema?, ¿qué planes tiene el problema para ti?, ¿cómo quiere verte el problema en la vida? En esta exploración vamos descubriendo las estrategias del problema, qué lo alimenta y qué lo debilita.

  3. Evaluar los efectos que trae el problema: dar explícitamente el espacio a la persona para ver si está bien con esto que hemos construido o está mal o si hay ambivalencia, en vez de asumir a priori que todo está mal. Se da un espacio para que la persona decida si quiere hacerse cargo de esto o quedarse como está; ambas posiciones son válidas.

  4. Justificación de la evaluación: ¿qué le hace pensar a la persona que este problema está bien o mal, o a veces bien y otras mal, para su vida? Tiene que ver con conversar de lo que es importante para la persona en su vida y cómo se relaciona “el problema” con esto.


Es importante tener claro que el objetivo de hacer esto es que la persona vea el problema afuera, que ya no lo sienta dentro suyo sino como algo externo, entonces así puede elegir cómo relacionarse con este problema. Esta elección siempre va a ser desde algo que la persona valora (sueños, esperanzas, creencias, propósitos, etc.), siempre recordando que la persona es la experta en su vida, por lo tanto lo que elija va a estar perfecto.

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