¿Cómo maniobrar para agilizar el avance del proceso de cambio de mi paciente?
Muchas veces escuchamos a nuestros pacientes llegar a nuestra consulta con frases como “vengo para que me ayudes a cambiar”, “esto no da para más, estoy dispuesto a hacer lo que tú me digas”, “mi señora me tiene loco así que porfa ayúdala a que no me moleste más”. En general, todos llegan con una queja, que los sitúa dentro de una etapa de cambio.
En el artículo anterior, ahondamos en cómo el paciente entiende su problema y su disposición al cambio, según la etapa en que se encuentre. Ahora abordaremos cómo distinguir la etapa de cambio, para saber qué intervenciones desplegar en cada momento, con el fin de facilitar el avance en el proceso.
Nuestra gran herramienta es la entrevista clínica. Por medio de esta evaluaremos la motivación al cambio y a la terapia, además de indagar el nivel de consciencia que tiene acerca del problema y cómo se lo explica. Paralelamente investigaremos en las conductas relacionadas con intentar resolver su problema, en el fondo ¿qué ha hecho al respecto? No podemos dejar de incluir dentro de nuestro análisis investigar quién consulta y pide la hora con el fin de delimitar bien el sistema consultante y evaluar la etapa de cambio con todas sus aristas.
Dado que en la etapa de precontemplación, el paciente no percibe la existencia de un problema, debemos ayudarlo a tomar consciencia de la existencia de este. Esto lo hacemos sin juzgar, sin apurar, sin confrontar, y menos intentar convencerlo que tiene un problema. Más bien, tenemos que crear un clima propicio para la exploración de los beneficios del cambio y, paralelamente, ir evaluando las desventajas de la situación actual. Nuestra postura refleja aceptación y validación de la resistencia al cambio, utilizándola a favor de este, y empatizando con la obligación de estar en dicha situación. Además, debemos otorgar información y feedback que aumente el nivel de consciencia respecto a la situación problema y necesidad de cambiar.
Cuando nuestro paciente ya tiene consciencia de su problema, entonces nos movilizamos para que este se dé cuenta que también es parte de la solución. Ahora está en la etapa de contemplación, con ambivalencia frente al cambio, resistente, entonces tomamos una postura empática, es decir, mostrando que entendemos y validamos su posición de no estar listo para cambiar. Ayudamos a que la balanza se incline a favor del cambio evocando razones para cambiar y riesgos de no hacerlo, para él y quienes lo rodean. Estamos acompañándolo en un proceso de auto re-evaluación con el objetivo de que logre mirarse a sí mismo, sus metas de vida, sus valores y cómo se inserta el problema en ese plan. La idea es que se vaya dando cuenta que la vida sería mejor sin este problema, que estaría más cerca de sus valores y sus metas. Paralelamente nos preocupamos por aumentar motivación y nivel de activación emocional, eliminar obstáculos que interrumpen los esfuerzos hacia el cambio. No debemos olvidar de hacer sentir al paciente su libertad y responsabilidad de hacer una opción personal sobre el curso de acción.
Una vez que nuestro paciente se mueve hacia la etapa de preparación, su energía está desbordante para empezar hacer cosas, sin embargo, como terapeutas debemos retener este impulso y preparar bien a nuestro consultante en su carrera que tendrá desafíos “imprevistos”. Nuestro rol, radica en Planificar los pasos a seguir de manera concreta para ayudarlo a determinar el mejor curso de acción, llevarlo hacia el futuro que imaginaria, acompañarlo en el análisis del impacto positivo de las ventajas sobre las desventajas, mostrarle sus recursos por medio de los esfuerzos de cambio ya realizados, identificar otros cambios en su estilo de vida que ayuden y apoyen el éxito. Lo anterior busca fortalecer el compromiso y empoderar a nuestro paciente para que inicie su carrera con todas las herramientas que necesita.
Al partir la carrera, nuestro paciente entra en la etapa de acción, y desde una postura más directiva, debemos empezar a reforzar avances aunque sean mínimos, ayudar a modificar o afinar el plan de acción si es necesario, detenernos a revisar las estrategias de cambio e identificar las exitosas con el fin de mantenerlas. En la medida que el cambio está sucediendo, debemos apoyar con ciertas habilidades específicas, y paralelamente, ir anticipando dificultades frente a las tareas y nuevos desafíos planteados. Nos encargamos, junto a nuestro paciente, de sustituir conductas problemáticas por conductas saludables, reestructurar el ambiente para disminuir la ocurrencia de estímulos gatillantes de la conducta problema, y de modificar las consecuencias que siguen a la conducta problema y reforzarlas. En otras palabras, estamos en pleno entrenamiento.
Una vez que el paciente se encuentra consolidando su cambio, entonces estamos en la etapa de mantención, donde debemos acompañar de cerca. Es importante anticipar las desventajas del cambio, anticipar las recaídas, identificar gatilladores de recaída y las medidas para enfrentarlos, además de reforzar la atribución interna de los logros. Debemos distanciar las sesiones con el fin de permitir las recaídas, ya que estas son parte del aprendizaje del proceso. Las recaídas permiten, identificar las causas principales que generan volver a la conducta problema, revisar las acciones para contrarrestar las emociones o situaciones que indujeron la recaída, evaluar la capacidad del paciente de tolerar una caída/problema sin transformarse en una recaída, evaluar capacidad para enfrentar complicaciones y más de un cambio a la vez.
Así es como este modelo nos da la oportunidad de realizar intervenciones adecuadas al timing del paciente, aumentando la probabilidad de lograr una terapia efectiva. Además de ser útil para nuestras vidas personales. Entonces te invitamos a pensar en algo que te incomode, ¿en qué etapa de cambio te encontrarías para empezar a avanzar?
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