Educación Emocional al Servicio de la Terapia
El 95% de las mamás, papás, docentes y cuidadores que acompaño, llegan a mí preocupados por el comportamiento de sus hij@s y estudiantes. Quiero compartirte algunos de sus motivos de consulta (por supuesto que sus nombres están resguardados por nombres ficticios):
Me preocupa que las tías del jardín de Camilo me comentan que él tiene comportamientos agresivos recurrentes: pega a los niños sin razón aparente, da cachetadas a los niños, etc...
El motivo de inicio es la tartamudez que se desencadenó durante el año pasado, ha permanecido de forma esporádica hasta la actualidad, y se originó en el momento de separación de los padres (separación no generada de forma física, ya que vivimos juntos, pero no existe relación).
Dado algunas conductas de Manuel, en conjunto con la psicóloga de su colegio acordamos iniciar terapia con flores de bach de manera vincular y nos derivaron a ti.
Benjamín presenta períodos de comportamientos desadaptativos en el entorno familiar, social y escolar, manifiesta hiperactividad, impulsividad, bajo manejo de la frustración, niveles de estrés, observado en una mala calidad de sueño y en bruxismo. Consultamos en este momento particular debido a la edad en la que se encuentra, creemos que es el momento de consultar con un especialista.
Si centramos nuestro acompañamiento sólo en llenar de estrategias a los ma-padres, docentes y cuidadores, nos perdemos la posibilidad de ayudarlos a adquirir habilidades socioemocionales que les permitan mentalizar de mejor manera a l@s niñ@s: una mirada más comprensiva, compasiva y esperanzadora de su comportamiento.
Para esto, la educación Emocional es un tremendo aporte porque nos ayuda a comprender lo que está “debajo” del comportamiento.
Me gusta explicarlo con la imagen del Iceberg. El iceberg es una masa de hielo que flota en el agua. Una de sus características es que sólo el 10% es visible a los ojos. El 90% se encuentra bajo el agua, lo mismo que sucede con las desregulaciones.
Cuando observamos un niñ@ desregulado vemos su comportamiento: pega, grita, llora, lanza cosas, se golpea, se aísla, corre, etc. Esto es lo visible. Sin embargo, para que la punta de iceberg sea visible a los ojos, debe haber una masa de agua debajo, que haga visible lo que vemos.
Hay muchas maneras de definir qué es una emoción (o fenómeno afectivo, que es técnicamente más correcto). La definición de Juan Casassus, filósofo, sociólogo y educador chileno, considerado el padre de la educación emocional en Chile, la define como “manifestaciones fisiológicas de necesidades”.
Cuando un niño está desregulado y tiene los comportamientos que comentamos, se debe a que está sintiendo “algo”. Por ejemplo, si está gritando porque ya no lo dejan ver más pantallas, esa conducta está ocurriendo porque probablemente siente rabia y frustración. Si no estuviera sintiendo eso, no estaría comportándose de esa manera.
Aquí viene lo importante. Si entendemos que las emociones son manifestaciones de necesidades, entonces nuestra mirada mejora si comprendemos que: si identifico lo que siente, detecto lo que necesita.
De esta manera, podemos disponernos emocionalmente a nuestr@s niñ@s y facilitar la co-regulación.
¿Cuál es la necesidad de la rabia? Poner límites y/o hacernos valer.
¿Cuál es la necesidad de la tristeza? Elaborar pérdidas, dejar ir.
¿Cuál es la necesidad del miedo? Seguridad.
Así, l@s adultos podemos preguntarnos ¿qué puedo hacer yo para ayudar a mi hij@ o estudiante a… (poner límites, hacerse valer, elaborar pérdidas, sentirse segur@)?
Si quieres alfabetizarte emocionalmente y profundizar más en la educación emocional y la función adaptativa de las necesidades, te recomiendo las cartas de Rocío Roque.
Con cariño,
Titi Palmero®
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